viernes, 22 de mayo de 2015

Viaje II

Ya no me acuerdo que es ir a una cita, que alguien me haga reír, ya no me acuerdo como chamullar, ya no me acuerdo que es ir al cine con un chico y tener vergüenza de comer pochoclos porque se te pegan en los dientes, o salir a tomar algo y no querer tomar nada fuerte para no parecer una borracha empedernida.

Lo único bueno de que los años pasen es la experiencia que estos te dejan, y quizás no tuve muchas citas en mi vida, pero lo único que siento que aprendí en todo este tiempo es que no sirve de nada aparentar algo que no sos, bancarte cosas que no te gustan, o pensar que el otro puede cambiar eso que no te gustó desde el principio.

En esta etapa nueva del viaje, decidí que hoy voy a mostrarme tal cual soy, sin tapujos, pasado y presente, y posible futuro, no voy a pensar si al otro le va a caer bien que yo tenga un tatuaje de Harry Potter, que sea fan de Disney a los 23, o que en vez de salir a bailar prefiera leer.
Simplemente voy a ser yo misma, y si hay alguien en este mundo que es la persona para mí, me va a aceptar y amar así.

No estoy apurada en formar pareja, en estar con alguien... aunque no puedo negar que después de 4 largos años estoy muy mal acostumbrada a dormir con alguien, a tener a quien abrazar cuando tengo miedo o pesadillas, a que me calienten los pies en invierno o me traigan té a la cama si no estoy bien.

Pero hoy lo que busco más que nada, es aceptarme y quererme a mi misma, para que todo este dolor que vine pasando este ultimo tiempo se sane. Perdonarme por todo el mal que me causé y causé a los demás y seguir adelante. Porque la vida sigue y no se detiene por más que parezca que los problemas nos van a aplastar.

Hace mucho tiempo leí una historia :

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- manténlo escondido en el anillo. Abrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso:
Simplemente decía “ESTO TAMBIEN PASARA”.
Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:
-Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.
Entonces el anciano le dijo:
-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

Tengo tatuada la frase esto también pasará, porque comprobé que efectivamente todo lo malo pasa, después de cada tormenta, tarde o temprano sale el sol. Y también se que lo bueno no dura para siempre, y que cuando uno lo tiene, hay que aferrarse a eso, para que jamás te tape el sol, para que nunca te impida brillas. Porque al final, siempre queda lo bueno, lo malo se purga con el tiempo, se olvida y se trata de sanar, para que ya no duela, pero lo bueno siempre sobrevive a todo, esta ahí para darte fuerzas en cada momento que haga falta. Desde una risa compartida, una siesta, un beso, un abrazo, la palabra justa en el momento justo, el apoyo cuando más lo necesitabas, una canción de tu cantante preferida.
Hoy sé que todo lo malo pasa, pero lo que más me interesa es aferrarme a todo lo bueno que me pasa, las amigas que tengo, los buenos momentos en el laburo, las salidas con mi familia, los viajes. Aferrarme a todo lo bueno sabiendo que eso también pasa, pero aunque pase no se pierde, voy a atesorar la felicidad de cada uno de los simples momentos de la vida.


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